El que no anda, no tropieza.

Desde el 19 de marzo de 1994 he compartido todas mis horas con Ledy Alexandra Díaz Cruz, muy a pesar de las recomendaciones de mi suegro, que dedico 6 horas a los aspectos negativos de vivir con ella dos días antes de nuestro matrimonio, muy a pesar de la negativa y resentimiento de mi padre y muy a pesar de la opinión de todos llegamos a los 15 años de matrimonio.

Muchas cosas se pueden decir, que somos tercos, que somos masoquistas, que estamos juntos por joder a nuestros padres (todavía ninguno está de acuerdo), que lo hacemos por costumbre, que nos da miedo estar solos, que no queremos dejar a Laura Catalina, en fin muchas cosas se pueden pensar. De hecho Alexandra y yo sabemos que los únicos felices por este logro somos nosotros. Nuestra hija no dimensiona aun lo que significa compartir tanto tiempo con una sola persona, de hecho solo tiene 12 años y nadie en nuestras familias ha entendido lo que esto significa.

Alexandra (mi Nonina) es hoy mi amiga, mi socia, la madre de mi máximo tesoro y por encima de todo mi esposa y amante. Soportarnos y comprendernos ha sido el centro de nuestra vida. Nos casamos hasta que la muerte nos separe, tenemos buenos ejemplos para hacerlo. Los abuelos de Alexandra, dos viejos maravillosos, nacidos en el Huila y desterrados por la violencia vivieron juntos hasta que la muerte los separo y se volvieron a juntar después de la muerte. Mi tío y padrino y su esposa, cuantos problemas han sobrellevado, cuantas cosas han pasado, pero siempre han estado juntos. Los demás no son buenos ejemplos por eso me abstengo de mencionarlos.

Hemos vivido infinidad de situaciones que servirían para escribir mucho más que una entrada en un blog. Nuestra vida ha sido un libro de ejercicios de prueba y error que equivocadamente tuvimos abierto a nuestras familias pensando en ese cuento que en la familia se comparte todo. Les contábamos todo, si peleábamos, si salíamos y a dónde íbamos, donde comíamos, donde bailábamos y con quienes compartíamos. Duro es el resultado después de 15 años. Aprendimos que el libro se debe escribir en casa, en casa propia, que la familia es para compartir momentos de los que llaman familiares, día de la madre y del padre que con el tiempo entendimos que se hace por separado, yo con los míos y ella con los de ella, cumpleaños, navidad, alguna que otra novena, los grados y grandes logros y nada más, todo lo demás se presta para invasiones de privacidad.

Nuestra vida privada se hizo pública por un canalla que nos robo, publico y afecto nuestras vidas. En esto he perdido mucho, además de perder mi privacidad he perdido el respeto de mi familia que de la noche a la mañana se convirtieron en mis jueces. Después de las ofensas, agravios, despidos, cuestionamientos, amenazas, chantajes e intentos de soborno lo único que se salva, y es fondo de esta historia, es mi NONINA.

Ella ha sabido esperar, ha escuchado cuantos juicios y condenas, porque hasta eso han hecho, ha llorado y ha sufrido, pero nunca, nunca ha pensado en terminar con este viaje, sin valor para unos, pero nuestra razón de vivir. Hoy les dejo esta reflexión. Vivan su vida, arriesguen, exploren, no pregunten cómo es…… háganlo. Es mucho más valioso vivir para contar, que escuchar como otros cuentan. Hoy ni mi Nonina ni yo nos arrepentimos de lo que hemos hecho, al final de cuentas lo hemos hecho en pareja, con la aprobación y consentimiento de cada uno. Ni obligados, ni condenados. Solo nosotros sabemos que tanto podemos perdonarnos. Por eso les digo que El que no anda, no tropieza.